Rasta, una de las dos gatitas de mi hijo Jan. |
Entre los canófilos y los gatófilos, yo me identifico con estos últimos. Mi relación con los perros ha sido poco afortunada a lo largo de mi vida; en cambio, con los gatos me siento mucho más identificado y tranquilo.
En este momento y desde hace casi tres lustros, no tengo gato; sin embargo, durante las cerca de dos décadas que estuve casado, por la casa donde vivíamos pasaron varios felinos y todos dejaron huella. Recuerdo algunos nombres, como el del Minucio, a quien bautizamos así porque lo adoptamos siendo una pequeñez, una minucia. También tuvimos al Agatito, un siamés que primero pensamos que era gata y nombramos Ágata, pero al descubrir que era macho, lo cambiamos a Ágato y de ahí al cariñoso mote de Agatito. Curiosamente, este gato era vegetariano y quizás al que más quiso Rosa.
Con Liza pasó algo semejante. Era un precioso ejemplar negro con las patitas blancas a quien tuvimos por hembra en un principio. Cuando vimos que pertenecía al género masculino, fue demasiado tarde y se le quedó el hombre femenino original.
Por último está Polo, un gato atigrado al que adoraban mis hijos y cuyas marcas aún permanecen en las patas de la mesa de mi comedor, donde gustaba afilarse las uñas.
Mi hijo Jan tiene dos gatitas (Cumbia y Rasta), a una de las cuales apenas conocí el domingo pasado. En verdad lo ven como a su papá.
Otros felinos domésticos que recuerdo son la gata que tenía mi abuelita Lupe (del lado de los García) y que vivió cerca de quince años (no recuerdo su nombre), así como los gatos y gatas que llegó a tener mi hermano Sergio y está, por supuesto, el recuerdo contado (porque nunca lo conocimos) del legendario Rin Tin Tin (sí un gato con nombre de perro), la mascota que acompañó a mi mamá cuando era niña, en el rancho donde vivía, en Autlán, Jalisco, y cuyas aventuras todavía recuerda (como cuando salvó a un patito recién nacido de ahogarse en un estanque).
¿Qué si volvería a tener un gato? No lo sé. Quizás. Mas no por ahora.
Gatos, adorables y fascinantes criaturas.
1 comentario:
Mi gato Wilson vivió 14 años, y justo ayer recordé que le gustaba el huevo revuelto con cebolla y chile chipotle. Bellos gatos de tu vida.
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