miércoles, 4 de mayo de 2016

Cinco discos fundamentales de Bob Dylan



The Freewheelin’ Bob Dylan (1963)
El paso gigantesco que dio Dylan de su primero a éste, su segundo disco, en tan sólo un año, es sorprendente. The Freewheelin’... es una pequeña obra maestra, con composiciones excelentes, un disco de folk que iba más allá del folk sin abandonar al folk. El Bob Dylan rocanrolero aún no estaba presente, pero por debajo del agua prometía surgir en cualquier momento. He aquí a un joven creador de escasos veintidós años, capaz de crear melodías sencillas, enmarcadas por armonías repetitivas pero absolutamente novedosas. Sin embargo, eso no era tan importante como la calidad y profundidad de sus letras, imbuidas de las inquietudes sociales de la época, pero construidas por medio de una vena poética hasta entonces inédita. De ahí temas esplendorosos como los inmortales “Blowin’ in the Wind” y “A Hard Rain’s A-Gonna Fall” o bellezas como “Girl from the North Country” y “Don’t Think Twice Is Alright”. Un disco pasmoso.


Bringing It All Back Home (1965)
La primera obra maestra de Bob Dylan. Se trata del paso lógico después del Another Side de 1964, un paso hacia una mayor amplitud de miras, un paso que lo acercaba cada vez más al rock y lo alejaba del folk ortodoxo. Es el álbum que de muchas maneras replanteó las reglas para escribir rock. El plato se divide en dos partes perfectamente delimitadas. La primera es rocanrolera y con instrumentos eléctricos y contiene temas explosivos como las sensacionales “Subterranean Homesick Blues” y “Maggie’s Farm” y canciones de amor de gran hermosura como “She Belongs to Me” y “Love Minus Zero/No Limit”. La segunda parte, en cambio, es muy folk, pero las letras ya no eran las mismas de la época militante del cantautor. Las cuatro canciones de ese lado B son extraordinarias, verdaderos clásicos, pero el formato y el contenido muy poco tenían que ver con la influencia de Woodie Guthrie. Piezas como “Mr. Tambourine Man”, “Gates of Eden”, “It's Alright, Ma (I'm Only Bleeding)” e “It's All Over Now, Baby Blue” demostraban que, en efecto, los tiempos para Dylan estaban cambiando… y en la mejor de las formas.

Highway 61 Revisited (1965)
Bringing It All Back Home forma parte de la trilogía de álbumes más trascendentales de la discografía dylaniana, trilogía que continúa con este Highway 61 Revisited, trabajo que termina de consolidar el movimiento hacia el rock que el músico había emprendido y lo hace con una perfección asombrosa. Para muchos la obra cumbre del músico, esta “revisitación” a la ruta 61 es un disco extraordinario de principio a fin. Ocho cortes a cual más de bueno (desde “Tombstone Blues” hasta “Desolation Row”, pasando por “It Takes a Lot to Laugh, It Takes a Train to Cry” y “From a Buick 6”, “Ballad of a Thin Man”, “Queen Jane Approximately”, “Highway 61 Revisited”, “Just Like Tom Thumb’s Blues” y un corte que revolucionó la manera de escribir canciones en la música popular, la absolutamente genial “Like a Rolling Stone”.

Blonde on Blonde (1966)
Tercera y última parte de la gran trilogía dylaniana, Blonde on Blonde fue uno de los primeros álbumes dobles de la historia del rock. Estamos frente a una cumbre del arte musical del siglo veinte. Tal vez lo que hace diferente a Blonde on Blonde sea más que nada la finura de su sonido. Si Michael Bloomfield había dado al disco anterior su estilo secamente bluesero de tocar la guitarra, ahora Robbie Robertson ponía todo su talento guitarrístico al servicio de una grabación perfectamente producida, con enormes temas y un sorprendente sentido de la totalidad. Blues, folk, country, rock se fusionan de manera exacta y perfecta a lo largo de las catorce composiciones que conforman el doble vinil. No hay una sola pieza floja. Blonde on Blonde empieza triunfalmente con “Rainy Day Women #12 & 35” y prosigue por la misma senda, con temas fenomenales como “Pledging My Time”, “Visions of Johanna”, “Leopard-Skin Pill-Box Hat”, “Stuck Inside of Mobile with the Memphis Blues Again”, “Most Likely You Go Your Way (And I'll Go Mine)” y esas maravillas que son “Absolutely Sweet Marie”, “I Want You” y “Just Like a Woman”. Un trabajo superior.

Blood on the Tracks (1975)
El disco del divorcio. El disco del dolor que provoca una separación amorosa. El disco en el cual Bob Dylan se enredó en la tristeza. El músico respira por la herida en este álbum lleno de pasión, entraña, dulzura, nostalgia, melancolía. Blood on the Tracks es un trabajo fuera de serie. Musicalmente se trata de una obra tranquila, semiacústica, llena de paz. Son las letras las que nos hablan de un corazón herido, lastimado, aunque finalmente esperanzado. Pero no lo hacen de manera abierta y explícita. La poesía de Dylan, sus metáforas muchas veces alegóricas e incluso herméticas están presentes para que el dolor no sea tan evidente y lo descubramos entre los desangrados tracks del disco. Todas las canciones son hermosas y conmovedoras, pero hay algunas que brillan aún más, como “Tangled Up in Blue” que abre el álbum o “Simple Twist of Fate”, “Idiot Wind”, “Meet Me in the Morning” y la inconmensurable “Shelter from the Storm”. Como dijo un reseñista norteamericano acerca de Blood on the Tracks: “Dylan hizo álbumes más influyentes que éste, pero nunca hizo uno mejor”.

(Publicado este mes en mi columna "Gato encerrado" del periódico El Vigía, de Ensenada, Baja California).

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