La contradicción es el signo de los Doors, el grupo que representó la ruptura con las ideas de armonía, amor y paz que imperaban en la llamada década dorada, los sesenta, el utópico decenio de la revolución cultural, el antibelicismo, la psicodelia, el uso abierto e ilusorio de drogas, el amor libre, la crítica a lo establecido. Con la poderosa figura de Jim Morrison al frente -y el ineviable lugar común de llamarlo el Rey Lagarto- y tres músicos de primer nivel como base -Ray Manzarek en los teclados, Robbie Krieger en la guitarra y John Densmore en la batería-, los Doors consiguieron en escasos cuatro años convulsionar al mundo del rock y lograr que su música se distinguiera de la del resto de las agrupaciones de aquel tiempo, incluso de las más aparentemente densas y vanguardistas.
Con sólo seis discos grabados en estudio, la formación original tuvo un inicio fuera de serie con un álbum prácticamente perfecto. Por desgracia, los conflictos internos y, muy en especial, la personalidad depresiva y adictiva de Morrison condujeron a que poco a poco el cuarteto entrara en un tobogán y que al final la caída en picada fuera inevitable. Con todo, durante el lapso de poco menos de un lustro en el cual la vela duró encendida, hubo instantes de genio y sensibilidad, momentos de arte y creación que hicieron que, a final de cuentas, todo el desgaste, todas las tensiones, todos los resquemores e incluso todas las tragedias, valieran la pena,
Jim Morrison es hoy día, a más de treinta años de su muerte, uno de los iconos indiscutibles de los sesenta y del siglo XX todo. Al lado de la del Che Guevara, la imagen de su rostro, con la mirada desafiante y la cabellera ondulada flotando al viento, es inconfundible y amada en todos los sectores económicos, sociales y culturales del mundo. En nuestro país, Morrison sigue siendo un ídolo de multitudes que ha trascendido ya a verias generaciones. ¿Quién piensa en sus defectos, quién se acuerda de sus errores (quién se acuerda igualmente de los defectos y los errores del propio Che?). El tiempo que todo lo borra hace que las cosas malas se desvanezcan y sólo quede el buen recuerdo de ciertos personajes. Morrison es uno de ellos y sobrevivirá a la posteridad.
(Prólogo que escribí para el Especial de La Mosca en la Pared No. 3, publicado en septiembre de 2003)
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