Alguna vez conté aquí, creo, que cuando en octubre de 2011 terminé mi más reciente relación (ya llevo cuatro años y medio solterín), mi ex me escribió un poema de despedida, con un plumón, en el espejo del baño (ver foto). No me atreví a tocarlo por años. Algunas amigas que van a mi casa me decían que lo borrara, que era una manera de mantenerme atado a esa relación, y otras, por el contrario, me decían que era muy bonito y que lo dejara. Entre esas dos opiniones me balanceaba y no quitaba una sola letra. Hasta que hace dos o tres meses, otra amiga me convenció al fin de desaparecerlo y me sugirió que, para que no me resultara difícil, fuera borrando una letra cada día. Así lo hice: cada mañana, después de bañarme, quitaba una letra al azar. De ese modo, fui desapareciendo el poema. El pasado domingo 1 de mayo, sólo quedaba del mismo el dibujito de un corazón. No quise ser yo quien lo borrara y decidí que debía hacerlo una amiga que realmente fuera muy importante para mí. Se lo pedí a P (no aquella P de hace ocho o nueve años, sino la preciosa P de ahora). Ella accedió y ese primero de mayo que la invité a comer, hace ocho días, borró el último vestigio del poema. Me pareció muy significativo e importante que precisamente ella haya quitado la última señal que quedaba en el espejo de una relación que fue importante, pero que es, ya, parte del pasado.
Para leer el poema original, he aquí este post de 2012: http://garciamichel.blogspot.mx/2012/12/mensaje-en-el-espejo.html
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