Desayuné ayer con Porfirio Romo, mi editor de Lectorum y editor también de varios escritores, entre ellos Eusebio Ruvalcaba. Estuvimos haciendo remembranzas y me contó algunos detalles de cómo sucedió el fallecimiento de nuestro recordado y muy querido amigo (amigo en todos los sentidos de la palabra). En fin, un desayuno melancólico pero muy grato.
Ya en la noche vi a mi queridísima Paulina y hoy comí con Joel Aguirre, antiguo compañero de trabajo mío, quien me compró un ejemplar de Emiliano (Porfirio también lo hizo, por cierto) y me invitó a comer comida china en avenida Revolución, cerca de Tacubaya. Ya en la noche vino a cenar mi querida amiga regiomontana, Trilce Acosta, y todo estuvo más que bien. Ah, ella también me compró un ejemplar de la novela, tal como se ve en la foto.
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