Cuando era una joven e ingenua adolescente que creía que el centro del mundo era la Prepa 9 de la UNAM, empecé a comprar una publicación que, hoy por hoy, se mantiene entre las leyendas del circuito musical rockero. No taaan mítica como Piedra Rodante (la de los setenta, obvio), pero que dejó huella en nuestros corazones. Si conoce el nombre del individuo del título, sabrán a qué me revista me refiero. Si no, pues les informo que el nombrado, fue el director editorial de la única e inigualable detractora del rockcito nacional: La Mosca.
Como mi papá siempre ha dicho que los estudiantes deben ser pobres, entonces pasaba todo el mes ahorrando los pocos pesos que me quedaban entre el metro que en ese entonces todavía costaba 1.50 para adquirir mes a mes La mosquita (que costaba dieciocho pesitos en ese loco año de 2002).
Pero no fue que la descubriera yo sola. Fue una de esas afortunadas casualidades en las que mi querido Adrián me pidió que lo acompañara al puesto de revistas y ahí fue donde la conocí. La primer edición que tengo tiene en la portada a Tool, pero sin duda mi favorita es la de The Cure (que nuevamente Adrián donó, ya que sabía mi obsesión con Robert Smith).
Para no hacer el cuento largo, en esa publicación descubrí tantas cosas que sin que haya cabida para la coba, puedo decir que efectivamente rockeó mi universo. Ahí descubrí columnistas tan queridos como Fedro Carlos Guillén (Jorge Ibargüengoitia y él definieron mi estilo de escritura), Patricia Peñaloza (a la que casi sentía como una hermana, luego de leer todas esas desventuras amorosas), Rafael Tonatiuh, Adriana Díaz Enciso, José Agustín (y su "Cocina del alma"), Eusebio Ruvalcaba (y el "Hilito de sangre") y bueno, un sinfín de escritores que me permitieron crear una visión más amplia del oficio.
Por otro lado, creo que ese fue un parteaguas para mi sentido musical. Ni siquiera enumeraré las bandas que conocí, pero digamos que con esa revista me enamoré del jazz gracias a Rosa Olivia Hellion Tovar y por eso adquirí cedés de John Lee Hocker, Ella Fitzgerald, Bessie Smith, Nina Simone y, por supuesto, mi favorita Billie Holiday (Day Lady Day).
Lamentablemente esa increíble revista dejó de ver la luz. Yo ya no la compraba cuando desapareció, pero tengo una colección de dos años guardada celosamente en mis aposentos, incluidos los especiales de The Cure y Jimi Hendrix.
Tardé mucho tiempo en comprar otra revista de música. Hasta hace poco empecé una colección de Rolling Stone (para horror del señor García Michel, ya que en La Mosca siempre mandaban (poco) sutiles mensajes de odio a RS y a Switch). Ni modo, para que dejan de existir.
Por eso, hoy me gustaría darle las gracias a Hugo, por hacer feliz ese periodo de mi adolescencia, con sus respuestas como Mamá Mosca en la sección de cartas, su crítica agudísima al rock mexicano (que yo en ese entonces creía el mejor del mundo), las bromas sobre Caifanes y su manager. En fin, por dirigir la revista que más me ha marcado la existencia.
Por eso, aplausos de pie.
(Texto que encontré en el blog llamado Crónicas de una periodista neurótica, fechado el 25 de agosto de 2012 y firmado por Diabla Región 4, a quien mucho agradezco sus palabras).
No hay comentarios.:
Publicar un comentario