lunes, 8 de julio de 2013

Surya

Surya en rojo.
Tiene nombre de personaje de novela del llamado realismo mágico hispanoamericano: Surya Lecona Moctezuma. Nos conocimos no hace mucho por facebook, aunque en realidad la había visto tiempo atrás, a fines de 2012, un día que iba yo a Milenio y en la estación Balderas del metrobús abordaron el estimado Pablo Pérez-Cano (de la sección Mil cosas más del mismo diario) y una amiga suya, cuyo nombre no retuve al presentármela. Tampoco tuve tiempo de grabarme su rostro, ya que debí bajarme en la siguiente estación (Juárez) y ellos se siguieron. Lo único que recuerdo es una figura esbelta y espigada, una suave sonrisa morena y la explicación de Pablo de que venían del mercado de Sonora, a donde habían ido a comprar unas plantas para preparar no sé que cosas que iban a llevarse a un viaje que estaban a punto de emprender juntos por Centro y Sudamérica.
  Yo tenía (tengo) como amiga del propio facebook a mi querida y guapa Nel San (a quien conocí un día que ésta y Pablo vinieron a hacerme una muy divertida entrevista para un falso documental sobre el lanzamiento de la revista Spleen) y poco después vi entre sus amistades de esa red social a una mujer que me pareció muy interesante y que estaba con ella y con Pablo en el proyecto de la misma publicación (el denominador común entre Pablo, Nel y Surya es que los tres son egresados de la escuela de periodismo Carlos Septién García). Le solicité la amistad y Surya no tardó en otorgármela. Entonces, al platicar con ella me dijo que ya nos conocíamos en persona y que era aquella joven que iba con Pablo en el metrobús. Me dijo que ambos estaban en Colombia, luego de pasar por Costa Rica y Panamá, y que ella regresaría a México semanas más tarde. Quedamos en vernos en persona una vez que eso aconteciera.
  Finalmente nos vimos a mediados de abril de este año (hace tres meses). Vino a mi casa un domingo y  la simpatía mutua fue inmediata. Platicamos, oímos música, tomamos cerveza y me encontré con una mujer de singular personalidad, una periodista independiente que ha recorrido muchos lugares de México y el mundo, una joven a la mitad de sus veinte que toca la guitarra y canta muy suavecito, de fluida plática y, sobre todo, una persona muy bella en todos los sentidos del término. Supe de inmediato que es de esas amigas que llegan para quedarse en mi vida, aunque de pronto se alejen y no nos veamos tan seguido.
  Volvimos a vernos un mes más tarde, aquí mismo, y volvimos a pasarla de maravilla. Me habló de sus planes de viajar como mochilera y por tiempo indefinido por el Sudeste asiático a fines de este año, de su papá bohemio que canta boleros, de su perrita amada que murió hace tiempo. Aparte, por facebook charlábamos casi a diario, siempre con buen humor y un cariño creciente. La amistad se acrecentó.
  Hoy vino por tercera vez y en medio del vino, la botana, la música y la charla se pasaron casi siete horas, hasta dar las cinco de la madrugada. Tocamos la guitarra. Yo le canté un par de canciones que quería que escuchara y ella cantó algunas de corte latinoamericano. Fue una velada espléndida en la que me contó de la posibilidad de irse a trabajar en un proyecto periodístico al norte del país, aunque todavía no había tomado una decisión. Quedamos en vernos pronto para ir a un lugar, su lugar favorito de la ciudad, cuya ubicación no quiso revelarme. Nos despedimos con un abrazo y una sonrisa.
  Ella es Surya, una de mis mejores amigas sin lugar a dudas, a pesar del poco tiempo que llevamos de conocernos.

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