La imagen no puede ser más elocuente. Iggy Pop aparece solitario, a sus sesenta y siete años, en una foto en blanco y negro, justo en el centro de una mira telescópica que le apunta. Su mirada es desafiante y ruda, áspera y al mismo tiempo resignada. Tiene el dorso desnudo (por supuesto) y a la cintura lleva atados varios cartuchos de explosivos. Es obvio que se encuentra listo para morir. Ready to Die, como el título de su más reciente álbum (Fat Possum, 2013) y apenas el quinto de Iggy con los Chiflados en cuarenta años.
¿Qué quiso demostrar Pop con esa portada? ¿Qué no sólo no le tiene miedo a la muerte, sino que se siente inmortal y capaz de desafiarla o, por el contrario, es su forma de enseñar que se encuentra resignado ante lo inevitable? Es posible que se trate de ambas cosas, si atendemos a las letras de las diez canciones que conforman al disco.
Nos encontramos ante una obra potente y poderosa. Ello se debe no sólo a la propia personalidad de Iggy Pop, sino también a los músicos que lo acompañan: Mike Watt en el bajo, Scott Asheton en la batería y, muy especialmente, James Williamson en la guitarra. Con estos tres chiflados, la música alcanza momentos de gran fuerza, aunque también se dan otros de conmovedora reflexión.
Remarco la presencia de James Williamson por varios motivos. Williamson es el guitarrista en el álbum Raw Power de 1973, considerado por muchos como la obra maestra de Iggy & the Stooges. Poco después de la aparición del disco, decidió abandonar no sólo al grupo, sino también a su guitarra y a su papel como músico de rock, para dedicarse de lleno a su otra pasión: la ingeniería de sonido, aunque también trabajó durante tres décadas como ejecutivo en Sony. Su lugar fue ocupado en aquel entonces por Ron Asheton, quien había sido el guitarrista principal de la agrupación en sus dos primeros álbumes y quien volvió a serlo hasta su muerte, acontecida en 2009.
Para la grabación de Ready to Die, Pop convenció a Williamson de regresar y no sólo lo hizo como encargado de la guitarra, sino que se convirtió en productor del disco y le otorgó un sonido al mismo tiempo crudo y elegante (crudo en los temas más rocanroleros y elegante en las dos preciosas y conmovedoras baladas que contiene).
El retorno de James Williamson no significa que Ready to Die sea una continuación de Raw Power. Si bien hay vasos comunicantes entre ambos trabajos, la distancia de cuarenta años le otorga muchas diferencias, lo cual resulta notorio en la producción y las mezclas. El nuevo álbum posee la fuerza interpretativa de su viejo antecesor, pero con la perspectiva que da el paso del tiempo. No sé si sea un disco más sabio pero sí es más reflexivo, aunque sin perder su filo nihilista y provocador.
Listo para morir inicia con “Burn”, un clásico rock duro à la Iggy Pop. Ritmo agresivo e intenso, marcado por el seco beat de la batería y el rasposo riff de la guitarra que en los puentes muestra el intocado talento de James Williamson, mientras Pop repite una y otra vez “Burn, burn!”.
“Sex and Money” es un corte más elaborado, con un sax de sonido áspero que aparece de pronto para marcar el ritmo y de pronto para solear brevemente. “Job” es un sensacional rock de garage en el que Iggy hace sonar su voz rasposa y cascada, con esa ironía de la que sólo es capaz, en tanto “Gun” es otra pieza en la que la guitarra de Williamson marca la pauta para que Pop cante y los coros le respondan de manera jocosa, mostrando lo divertidos que se sintieron los Stooges al realizar este disco. No puede creerse que sus cuatro integrantes estén cerca de convertirse en septuagenarios.
“Unfriendly World” es la balada que cierra la primera mitad del álbum, una hermosa balada casi campirana con guitarras acústicas, en la cual Iggy Pop se escucha más sereno y hace recordar a Leonard Cohen, mientras repasa los inconvenientes de vivir en un mundo tan poco amigable como el que nos tocó vivir.
El plato de escasos treinta y cinco minutos de duración prosigue con la homónima “Ready to Die”, la lujuriosa “Dd’s” (una oda a los pechos grandes), la rocanrolera “Dirty Deal”, la más pausada “Beat the Guy”y la concluyente y hermosísima “The Departed”, en la que Pop parece encontrarse con Johnny Cash y hasta con el David Bowie de “Where Are We Now?”, mientras canta “This night life is just a death trip”, en una canción dedicada a la memoria de Ron Asheton (incluida una bella referencia a “I Wanna Be Your Dog” al final del tema).
No sé si Iggy Pop y sus chiflados se encuentren listos para morir. De lo que no me cabe duda es de que, a sus sesenta y tantos años, siguen rocanroleando como los más vitales adolescentes.
(Publicado el pasado miércoles 12 de julio en la sección "El ángel exterminador" de Milenio Diario).
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