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Mi vieja edición de Bruguera que al fin leí. |
Debo confesar que nunca había leído a León Tolstoi. Era uno de mis grandes pendientes (y lo sigue siendo, porque ahora quiero leer más libros suyos, por lo pronto seguiré con
La muerte de Ivan Ilich -que la tengo- y sobre todo
La guerra y la paz -que he de conseguir). Pero me he iniciado con
Ana Karenina, su novela de 1877 que hoy terminé, y aún no salgo del asombro. Qué manera tan portentosa de narrar. Leer a Tolstoi empequeñece a muchos escritores y sobre todo a muchos más que
se dicen escritores. Pero no viene al caso hacer comparaciones. Sólo diré que más que la estupenda y muy entretenida trama que se cuenta, lo que más me impactó fue la manera de ser contada. Con qué maestría y sencillez va tejiendo Tolstoi la historia de esta mujer enamorada del amor, apasionada, desafiante de las normas y convencionalismos de su tiempo, valerosa y cobarde a la vez, llena de contradicciones, tan egoísta como generosa, tan bondadosa como ruin. El autor profundiza de un modo asombroso en la psicología de Anna y nos revela lo bien que conocía el alma femenina. Pero también el alma masculina y el alma de la sociedad rusa de la segunda mitad del siglo XIX, con los primeros esbozos liberales y hasta socialistas, enfrentados al conservadurismo de la alta aristocracia.
Cierto que el drama de Anna es la dominante del libro, su relación con Karenin y Vronsky es la columna vertebral del mismo. No obstante, las historias de los personajes secundarios (que no lo son tanto) resultan igual y en ocasiones hasta más fascinantes. Levin por ejemplo, es un personaje prodigioso (se dice que es el
alter ego de Tolstoi y que por eso resulta tan conmovedor y entrañable, con su cabeza hecha un lío ante los múltiples cuestionamientos morales y filosóficos que lo atormentan, pero también con sus inseguridades, sus dudas cotidianas, su contradictoria forma de vivir y su amor limpio y sincero por la bella Kitty).
Múltiples personajes, variadas tramas y subtramas que se entrecruzan con genio y un estilo narrativo elegante, directo, de enorme altura literaria. Cierto que hay algunos pasajes en los cuales la novela se estanca un poco (como en los varios capítulos que se lleva una elección de altos funcionarios), pero nada que la afecte en realidad. Cerca de ochocientas páginas que no tienen desperdicio. Una de las grandes novelas que he leído en mi vida, junto con
Los hermanos Karamazov de Dostoievski,
Madame Bovary de Flaubert o
El rojo y el negro de Stendhal. Impresionante.
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