Una idea. Un proyecto en un papel. Una reunión. Otra. Dos amigos. Un hombre y una mujer planeando el nacimiento de un hijo. Se unen dos padrinos. Nos aburre el primero. Lo mandamos al carajo. Varias batallas. Risas, esfuerzo y mucha terquedad. Nace. Vuela corto pero intenso. Su personalidad es única. Cada una de sus plumas también (¡y eso que es mosca!). Renace. Revoluciona el circuito. Marca pautas. La siguen. Pasan diez años, en esencia es la misma, su imagen ha cambiado. La veo crecida, madura. Sabe lo que quiere, es caprichosa, es mi hija, y aunque soy una madre abandonadora, es un orgullo contemplar su vuelo…
Karem Martínez
(Publicado originalmente en La Mosca No. 82, febrero de 2004, número del décimo aniversario moscoso).
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