Iris Bringas cumple sus primeros quince años como cantante, compositora, arreglista y productora y lo hace con la aparición de su disco Marte en cero, editado de manera independiente, en el que se sumerge en un peculiar rock progresivo, acompañada por un grupo de talentosos músicos (Alex Fernández Figueroa, violín; Jonathan Villafuerte, cello; Mario Cortés García, contrabajo; Mario Chánez, batería; Ernesto Guerrero, piano y Jehová Villa, guitarras).
Digo que su sonido es el de un progresivo singular, porque no es exactamente como si estuviéramos escuchando a un clon de Yes, King Crimson, Genesis, Premiata Forneria Marconi o Chac Mool. La música de Bringas y amigos que la acompañan remite a ese género, pero lo hace desde una perspectiva muy mexicana y abreva también de otras fuentes musicales: el jazz, el avant-garde, el dream pop, el rock clásico y de pronto hasta la llamada nueva canción latinoamericana.
Marte en cero es un álbum literalmente conceptual, ya que forma parte de un espectáculo multimedia llamado Marte en cero, la última rebelión de los hombres, en el que se narra una historia futurista y de ficción científica en la que, a decir de la autora, “no sólo se habla de la conciencia, sino de los ciclos por los que ha atravesado la civilización, del miedo, de la protección a la infancia y del amor protector, el origen, el que nos hace volver y el que nos permite trascender a través de nuestra propia genética”.
Como en toda buena obra progresiva, la música del disco es variada en sus armonías y cambiante en sus ritmos, con instrumentaciones virtuosas y brillantes. Sin embargo, lo que predomina es la estupenda y colorida voz de Iris Bringas, quien va narrando los diferentes pasajes de la historia de manera intensa y conmovedora. Se trata de un trabajo inteligente, sensible, profundo; una obra muy disfrutable y recomendable.
(Publicado hoy en mi columna "Gajes del orificio" de la sección ¡hey! de Milenio Diario).
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