Tengo una amiga que me visita muy esporádicamente y que, cada vez que lo hace, me dice que mi hogar le produce una gran tranquilidad porque siempre permanece igual, sin cambios en el mobiliario y los decorados, como si estuviera estacionado en el tiempo. La verdad, no sé si tomarlo como un gran halago o una aguda y velada crítica, pero me acordé de ese comentario de mi querida amiga al escuchar Alone in the Universe (Big Trilby Records, 2015), el nuevo disco de Jeff Lynne.
Porque este flamante álbum suena al Lynne de siempre, al de sus años al frente de Electric Light Orchestra (ELO) y sus trabajos como solista. Es ese mismo sonido tan conocido, con tantas reminiscencias de la música de los Beatles en sus melodías, sus armonías y sus arreglos; es ese mismo estilo que Jeff Lynne ha practicado durante cuatro décadas y que, sí, provoca una gran tranquilidad y nos hace sentir estacionados en el tiempo.
Hay que advertir que a pesar de ello estamos ante un gran disco. Realmente bueno, firmado por cierto como Jeff Lynne’s ELO (muy posiblemente para diferenciarse del ELO Part II de su ex compañero Bev Bevan, quien suele salir de gira bajo esa denominación para tocar las viejas canciones del grupo, en su mayoría de la autoría de Lynne (algo así como lo que hace el fraudulento Creedence Clearwater Revisited con la música de John Fogerty).
Alone in the Universe es, pues, una obra de enorme belleza y sensibilidad. Con un rock pop de primerísima línea e instrumentaciones impecables que no rehuyen el uso de la orquesta como tampoco esas guitarras que tanto recuerdan a George Harrison. Con canciones espléndidas como “When I Was a Boy”, “Dirty to the Bone”, “Love and Rain”, “I’m Leaving You” o la homónima y concluyente “Alone in the Universe”, Lynne nos mete de lleno en atmósferas nostálgicas y conmovedoras, evocadoras e irresistibles que también remiten a los Traveling Wilburys y de pronto hasta a la etapa disco de ELO.
A punto de cumplir 68 años de edad, Jeff Lynne continúa en plenitud de forma artística. Alone in the Universe es la prueba irrefutable de ello.
(Publicado hoy en mi columna "Gajes del orificio" de la sección ¡hey! de Milenio Diario)
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