Contra lo que podría pensarse, no voy a escribir acerca del gustado recuadro que con sus caritas irónicas aparece todos los días en la sección deportiva de nuestro periódico. Más bien, se trata de comentar una actitud que ya resulta enfermiza en gran cantidad de grupos mexicanos de ¿rock? Me refiero a esa manía que tienen por parecer cada vez más histéricos, más oligofrénicos. Y las muestras sobran.
Por ejemplo, en el video de la canción “Ja, ja, ja” de La Lupita, que MTV y otros canales proyectan ad nauseam, los integrantes del grupo se pasan más de tres minutos haciendo gestos “chistosos” a la cámara. Si de una excepción se tratara, estaría bien y ya. Lo malo es que existe una especie de consigna que determina que las “bandas” roqueras nacionales tienen que gesticular, brincotear, aullar y decir la mayor cantidad de estupideces que se les ocurra en el menor tiempo posible. Véanse si no otros videos, como los de Café Tacuba o Las Víctimas del Doctor Cerebro –nunca un nombre fue tan perfectamente definitorio de la (in)sustancia de un grupo– o léase casi cualquier entrevista o atiéndase ese programa televisivo para descerebrados que se llama Rock líquido y que pasa los miércoles por Canal 7 de TV Azteca. ¡Por Dios, qué sarta de agresiones a la inteligencia de los espectadores, de los escuchas y de los lectores potenciales!
Increíblemente, buena parte del rockcito mexicano continúa en el mismo nivel de hace treinta y tantos años, cuando los Hooligans agitaban sus neuronas al compás de “despeinada, ja ja ja ja” y los Rockin Devils nos espetaban con toda impunidad su “quítate ya de aquí perro lanudo, déjame estar solo con mi novia”. Ahora sus letras dicen cosas como “hiciste lo imposible por hacerme infeliz, pero yo gozo bien sabroso como una lombriz”. Nada ha cambiado. Nada. ¿O cómo es posible que Alejandro Lora mantenga el mismo discurso de hace veintitantos años y siga gritando “¡Qué viva el rocanrol” a la menor provocación?
Esa actitud de ser relajientos, graciosos y “bien prendidos” lo que refleja no es la esencia desmadrosa de la juventud mexicana, sino el retraso intelectual y cultural de seudo músicos cuyo máximo anhelo continúa siendo volverse ricos y famosos a la brevedad posible, aparecer en Siempre en domingo y En vivo, en MTV, en Rock líquido, en Notitas musicales y en la revista Eres. ¿Hacer arte? ¿Crear obras que trasciendan? ¡Por favor! ¡Esas son metas de la premodernidad! ¿Pues en qué país creen que estamos?
(Publicado en mi columna “Una pálida sombra” de la sección cultural del diario El Financiero, el 16 de abril de 1996)
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