martes, 24 de abril de 2018

Sting y Shaggy, feliz combinación

Ya era hora de que el hombre volviera a sonreír y ponerse festivo. Nadie puede dudar de la calidad de la música del inglés Gordon Matthew Thomas Sumner, mejor conocido como Sting, pero hay que admitir que siempre le dio por escribir canciones con un cierto grado de melancolía y emociones no del todo felices. Incluso desde su etapa inicial con The Police, había algo de angst en sus composiciones.
  Pero justo en esa época también empezó a abrevar del reggae, género que adaptó al rock junto con Andy Summers y Stewart Copeland para crear un estilo que fue imitado por muchos (en México, abiertamente por Maná). Es al reggae que Sting regresa ahora, en pleno 2018 y a sus 66 años de edad, con este disco en colaboración con el jamaicano (jamaiquino se decía aún hace poco) Shaggy, un dueto que funciona a las mil maravillas y que ha hecho de 44/876 un álbum lleno de sol, de luz, de calor, de optimismo y de belleza rítmica.
  El flamante plato debe su nombre a los códigos telefónicos de larga distancia de los países de ambos músicos y se trata de una deliciosa colección de doce temas originales con el más fino y contagioso reggae.
  Quizás el único pero que le pondría a esta obra es su producción, demasiado apegada a los usos y costumbres del pop actual, es decir, con un empleo excesivo de los recursos del estudio de grabación, haciendo a un lado el sonido más orgánico que daría un grupo de acompañamiento con instrumentos reales. Aun así, el disco suena más que bien y al final resulta muy grato, con canciones tan buenas como “Morning Is Coming”, “Don’t Make Me Wait”, “Waiting for the Break of Day”, “22nd Street” y “Just One Lifetime”, en las que la combinación contrastante entre la voz aguda de Sting y la voz grave de Shaggy funciona a las mil maravillas.
  No es el mejor álbum del año ni creo que aspire a tal cosa. Es tan sólo un trabajo muy grato de reggae-pop, cuyas posibilidades comerciales (que las tiene) no obstan para recomendarlo como una obra digna de entrar en la colección de música del lector.

(Publicado hoy en mi columna "Gajes del orificio" de la sección ¡hey! de Milenio Diario)

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