Dos son las sensaciones que parecerían flotar en el ambiente luego del inicio oficial de las campañas electorales: el enojo y el miedo.
En medio de la polarización política que vivimos, en la que la visceralidad y el rencor gobiernan las mentes y las entrañas de muchos mexicanos; en medio de una nación dividida entre facciones antagónicas, con odios dignos de una guerra civil, los próximos tres meses habrán de ser determinantes para el futuro de un país en el que las percepciones son más poderosas que la misma realidad.
A lo largo de 12 años se ha ido incubando la idea de que ese ente impreciso al que algunos llaman el pueblo se encuentra en estado de indignación e iracundia. Muchos manejan esa percepción a su antojo y lo hacen con habilidad maquiavélica y perversa.
Cierto que en México sigue habiendo pobreza, cierto que la inseguridad y la violencia campean de un modo insoportable, cierto que la corrupción continúa siendo un mal endémico desde hace casi 500 años. Falso sin embargo que la gente común esté invadida por un ánimo revolucionario o que desee cambios bruscos y dramáticos en su vida cotidiana, esa vida de todos los días en la que las personas y sus familias tratan de salir adelante y vivir en paz.
Pero se ha apostado por la leyenda de que el país está peor que nunca y muchos lo han creído. No sólo eso: lo han creído y han caído en el garlito de la furia y el odio, sin darse cuenta de que con ello están sirviendo a intereses políticos que manipulan ese ánimo. Esto se ve muy claro en algunos jóvenes que van a votar por primera vez.
Se dice entonces que el miedo y el odio serán los dos factores determinantes para los electores a la hora de depositar su voto en la urna. Frente a ello, yo apuesto aún por la reflexión y la sensatez de la mayoría de los mexicanos. Que no nos dejemos llevar por las percepciones creadas y meditemos bien nuestra decisión. Como pocas veces, el futuro de nuestro país está en juego. Como pocas veces, el abismo se abre ante nosotros y amenaza con jalarnos al fondo. Seamos inteligentes, seamos sensatos, seamos prudentes.
(Mi columna "Cámara húngara" de hoy en Milenio Diario)
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