jueves, 3 de mayo de 2018

(Des)vergüenza ajena

Asisto a la conferencia de prensa en la que se presenta el primer álbum como solista del ex caifán Sabo Romo (sss, BMG Ariola, 1996). Llego un poco tarde y ya todos los lugares están ocupados por numerosos reporteros de la llamada fuente roquera. Al centro, presidiendo el asunto, Romo habla con sonrisa de autosuficiencia, como aquel que vive en las alturas y desciende generoso a repartir algunas migajas de su inconmensurable talento. Es un monólogo en extremo aburrido, pero al ver los rostros de los demás colegas, noto que casi todos contemplan al músico con ojos de beatífica adoración. Mientras devoran las viandas colocadas ex profeso en una amplia mesa, ríen estruendosos ante cada una de los bromas del susodicho, las celebran con carcajadas que buscan ser notadas por él, por el semidiós que los mira benevolente.
  Cerca de una hora después de aquel tormento (que de manera estoica soporto de pie) y de preguntarme en repetidas ocasiones qué carajos estoy haciendo ahí, llega la sesión de preguntas. Por Dios, qué interrogantes más complacientes, dispuestas todas en bandeja de plata para que Romo se luzca (es un decir) con varias más de sus ingeniosidades. Y cuando el bajista contesta a alguno de sus súbditos y lo llama por su nombre, éste no puede menos que esponjar el plumaje y voltear con sonrisa presuntuosa hacia los envidiosos que no tuvieron la fortuna, ¡ay!, de tamaña distinción.
  ¡Ah, pero aún falta el momento culminante! Uno de los decanos de la fuente toma la palabra y habla de su “entrañable amistad con Sabo”. Este responde y comienza a ensalzar a su interlocutor, colocándolo de plano en el cielo mismo de los inmortales. El otro entonces regresa las loas, los ditirambos, las lisonjas, en un tenístico torneo de elogios mutuos que sonrojaría a cualquiera, menos a la mayoría de los ahí presentes.
  No puedo más y busco la salida, el aire puro, el alejamiento de la estulticia. Así está nuestro periodismo roquero, en el subdesarrollo absoluto. (Acerca del disco, sólo diré que el título es en sí mismo una gigantesca falta de ortografía; en lugar de sss, debió llamarse zzz).

(Crónica que escribí para mi columna "Bajo presupuesto", de la sección cultural del diario El Financiero, y que se publicó el 14 de febrero de 1997)

1 comentario:

Luis Gómez dijo...

Recuerdo vagamente ese disco. Lo llegué a tener y lo escuche un par de veces, después no supe ni donde quedo y la verdad nunca me ha importado. Lo que si es que era aburridisimo, quería sonar como a xtc, pero muy chafa. Lo peor era la voz, soporifera, sin matices, molesta. Ahora que lo pienso, me recuerda a otro disco similar de uno de los integrantes de la Castañeda, se hacía llamar Oz y el disco se llamaba el Sentido (como recuerda uno pendejadas de la adolescencia, ¿verdad?). En fin.