La figura literaria de Patricia Highsmith se mantiene firme como una de las más grandes plumas de la novela negra y de los relatos de suspense. Aunque quizá su popularidad ya no sea la de antes y entre las nuevas generaciones haya perdido presencia, su obra permanece en lo más alto de ambos géneros, al lado de escritores como Raymond Chandler, Dashiell Hammett, Ross Macdonald, James M. Cain y Jim Thompson. Puros literatos hombres, se dirá. Y sí, Highsmith es quizá la única mujer que ha logrado escalar esas alturas en estos campos. Su única par podría ser Agatha Christie, sólo que la inglesa trabajó más dentro de la novela de detectives clásica, muy diferente al oscuro estilo de la estadounidense.
Nacida en Forth Worth, Texas, en 1921, Patricia Highsmith (cuyo verdadero nombre era Mary Patricia Plangman) tuvo una infancia y una adolescencia poco felices, en especial por la pésima relación, casi de odio, que tuvo con su madre y su padrastro (de quien no obstante tomaría más tarde el apellido Highsmith). Retraída y poco sociable, encontró refugio en los libros y desde muy chica se convirtió en una lectora empedernida. Escribir fue para ella algo prácticamente natural y empezó a hacerlo a los 16 años, lo que consolidó al estudiar la carrera de Letras Inglesas en el Barnard College de Nueva York, donde se graduó en 1942.
Apasionada por temas como la culpa, la mentira y el crimen, desde sus primeros relatos empezó a abordar dichas vertientes. Sin embargo, otro tema, el de su homosexualidad, que descubrió cuando tenía 22 años, lo mantuvo oculto hasta que se atrevió a hablar del mismo en su novela de 1956 El precio de la sal (más tarde llamada Carol y cuya excelente versión cinematográfica se filmó en 2015).
El salto a la fama de la Highsmith se dio a mediados de los cincuenta, con el inicio de la saga de Ripley, cinco novelas que llevan como protagonista al contradictorio y ambiguo personaje de Tom Ripley, quien apareció por primera vez en El talentoso Mr. Ripley, publicada en 1955. Este libro le dio el Gran Premio de Literatura Policiaca, además de ser adaptado al cine cinco años después. A sus 34 años, Patricia Highsmith era ya una celebridad mundial.
Si bien su mayor fama se debe a su obra como novelista ( y ahí están para comprobarlo Extraños en un tren, El cuchillo, Mar de fondo, Ese dulce mal o la extraordinaria La celda de cristal, entre otras varias novelas de su autoría), como cuentista fue también una escritora notable.
De sus diez libros de relatos cortos, Editorial Anagrama acaba de publicar un volumen (llamado precisa y sencillamente Relatos) que recoge cinco de estos libros: Crímenes bestiales, Pequeños cuentos misóginos, Once, A merced del viento y La casa negra). Se trata de un verdadero festín de casi 900 páginas, en los que brilla la espléndida capacidad narrativa de Highsmith, con toda su amenidad, su sentido de la ironía y su más que agradecible cinismo. Ahí están grandes cuentos (64 en total) como “El observador de caracoles”, “La coqueta”, “La rata más valiente de Venecia”, “Un extraño suicidio” y “Lo que trajo el gato”.
La escritora partía casi siempre, sobre todo en sus novelas, de la tesis de que cualquier persona, por muy normal, común y corriente que se le considere –o que se considere a sí misma–, en algún momento de su existencia puede verse enfrentada a circunstancias que la lleven a cometer un asesinato. Esta tesis campea también en muchos de sus cuentos, aunque maneja otros temas (muy en la vena de Alfred Hitckcock) que a pesar de su crueldad, esconden un humor negrísimo que nos provoca una sonrisa cómplice; una sonrisa culpable, sí, pero sonrisa al fin y al cabo.
Patricia Highsmith falleció en Suiza, el 4 de febrero de 1995. Nos dejó una obra extensa y muy disfrutable. Estos Relatos son una muy buena manera de acercarse a ella.
(Texto que me publicó el día de hoy el sitio Sugar & Spice)
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