¿Pertenecía Jimi Hendrix al planeta Tierra? Seguramente
él mismo se sentía extraterrestre o cuando menos un ser dotado de poderes
paranormales. Después de todo, era un fanático de la literatura de ficción
científica (Borges dixit) y, por ende, podría haber creído firmemente en sus
capacidades más allá de este mundo. Lo cierto es que como guitarrista en
particular y como músico en general, Hendrix sí parecía un ente absolutamente
por encima del promedio de los seres humanos. Su capacidad como autor,
ejecutante y arreglista resultaba avanzadísima para su tiempo. Aun hoy día, al
escuchar sus discos, uno no puede más que concluir que el tipo no sólo estaba
varios pasos por delante de la música de su época (basicamente la segunda mitad
de los sesenta), sino que lo sigue estando con respecto a la que se hace en la
actualidad. A más de cuarenta años de su muerte, Jimi Hendrix continúa
siendo un vanguardista. Nos encontramos frente a un creador musical en la misma
línea revolucionaria de un Robert Johnson en el blues o un Miles Davis en el
jazz. Su enorme aportación -desde que creó “Purple Haze” en 1966 (tema en el
cual se resume gran parte de lo que sería el rock y varios de sus géneros a
partir de entonces), hasta que grabó “Belly Button Window” en 1970 (durante su
última incursión en un estudio)- cambió de manera radical las formas y los
fondos del arte musical del siglo XX e influyó no sólo en el rock sino también
en el jazz, el soul, el rhythm n’ blues, la electrónica y hasta la música
culta. Es difícil saber qué tan consciente era Hendrix de su propia
trascendencia. Me inclino a pensar que al menos no lo tenía tan claro como lo
vemos hoy, con la perspectiva que nos da el tiempo transcurrido. Quizás haya
sido lo mejor, porque de esa forma no perdió el piso –en una década tan
proclive a los mesianismos- y pudo trabajar en lo suyo: la creación de nuevas
coordenadas musicales y la experimentación con la guitarra eléctrica, a la cual
llevó a dimensiones fantásticas con los escasos recursos técnológicos con que
contaba. Muchos se siguen haciendo
la pregunta de hasta dónde habría llegado Jimi Hendrix si no hubiera fallecido
tan prematuramente (se fue a los veintisiete años de edad; hoy tendría sesenta
y nueve). Es una interrogante imposible de responder, debido a su genio
imprevisible y desbordado. No queda entonces más que consolarse con la escucha
de su vasta obra discográfica (la mayor parte aparecida después de su muerte),
pero sobre todo con la de sus tres primeros álbumes en estudio, discos que
constituyen el lugar donde se encuentran concentrados todos los poderes
extraterrenos de este músico sin par.
Prólogo que escribí para el No. 16 de los Especiales de La Mosca, en marzo de 2005. Lo actualicé en algunos puntos relacionados con el paso de los años.
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