Ayer martes comí en Polanco con Jaime Aljure, el editor, en 1998, de mi novela Matar por Ángela. Fue gracias a él, luego de las recomendaciones de Eusebio Ruvalcaba y Sandro Cohen, que mi libro pudo salir en el sello Sansores & Aljure (su socio, el empresario editorial Camilo Sansores, era quien ponía los dineros).
Actual director de la revista Vértigo, Jaime es un tipazo y así lo demostró al invitarme a comer y darnos un fuerte abrazo, luego de más de doce años de no vernos. Sobra decir que la comida estuvo de lujo, pero más aún la charla que se prolongó por más de dos horas. Surgieron algunas posibilidades de hacer cosas juntos, pero lo más importante fue recuperar una valiosa y generosa amistad.
Como valioso fue haber recobrado la amistad de Víctor Roura, mi antiguo jefe en la sección cultural de El Financiero, quien no sólo acaba de publicarme el libro Cerca del precipicio (de inminente aparición), sino que el sábado pasado me invitó a platicar con los alumnos del curso sobre periodismo crítico que está dando en el museo León Trotsky de Coyoacán. Fue un encuentro muy cálido el que tuve con con sus pupilos. Hablamos de mis experiencias como crítico de música y como director de La Mosca en la Pared. Al final, pude saludar a otro viejo amigo, Humberto Mussachio, a quien no veía desde mi efímero paso como colaborador de unomásuno, allá por los años ochenta.
Por si fuera poco, hoy desayuné con mis queridos Adolfo Cantú e Irma Larios, ellos amigos más antiguos todavía, ya que nos conocemos desde 1970. Con nosotros estuvo el esposo de Irma, Mario. Fue muy agradable y el encuentro resultó tan entretenido que estuvimos más de tres horas en el lugar de la cita. Es posible que de ahí salgan cosas muy interesantes a futuro.
Un gusto el reencontrarme con tan excelentes amigos.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario