Veintidós años ya. Veintidós años de ese 28 de diciembre de 1991 en que mi papá se fue de esta vida para entrar en otra dimensión, esa que todos desconocemos, que unos niegan y otros dan por segura, la de la vida después de la vida, la del sueño eterno, la de la muerte. Lo extraño como ser físico y palpable, pero lo siento muy cerca, en especial a partir de ese otro 28 de diciembre, pero de 2006, en el que de alguna manera convoqué su presencia sin saber que lo hacía. Ya otro día contaré algo al respecto.
El caso es que Juan Rubén García Ayala, Johnny (como le decían mi mamá y algunas tías y primas del lado Michel de mi familia, quienes se quejaban de él pero lo adoraban), mi padre, hoy cumplió un aniversario más desde aquella mañana, en un hospital de Cuernavaca, cuando un coma diabético le arrebató el último aliento.
Johnny: sé que sigues con nosotros. Sé que sigues conmigo (puedo sentirte). Pero sé también que estás allá, con Jorge y con Sergio, con don Emiliano y doña Guadalupe, con Gustavo, Luis, Evangelina, Emilio y desde hace poco tiempo, Esperanza. Con ellos y con otros más. Allá y aquí. Aquí y allá.
Algún día nos reuniremos, pá, y estaremos juntos de nuevo.
Te amo.
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