sábado, 14 de diciembre de 2013

Tiempo de traidores

 Todo es como una gran puesta en escena. Teatro absoluto, en su más grotesca expresión. Gritos estentóreos, actitudes hieráticas, gestos exagerados, ademanes peripatéticos. Un enorme espectáculo carpero montado por la mano negra que mece la cuna de las buenas conciencias. La corrección política convertida en sketch tragicómico: el diputado que se desnuda en tribuna, los bravos militantes que gritan consignas mientras se saltan los torniquetes del Metro frente a una nube de fotógrafos, los ancianos acarreados para que golpeen con cazuelas las vallas metálicas que rodean al Senado, el dirigente que anuncia el final “definitivo” del Pacto por México, la senadora que insulta amparada en la frase sacada de contexto de un escritor famoso, el lidercito que amenaza con acusar al presidente de la república por traición a la Patria.
  ¿Es acaso el principio de la revolución, del movimiento de masas que llevará a Palacio Nacional a los autonombrados salvadores de nuestro destino, a los impolutos tomacalles y formacercos? En absoluto. Se trata, únicamente, de un montaje con actores histéricos (pocos, por cierto) que representan una obra escrita en la oscuridad y que buscan provocar efectos mediáticos que poco tienen que ver con lo que sus palabras y su gritería dicen. Morenistas y amarillos, cada secta por su lado, en un espectáculo circense que apela al desgañitamiento agresivo y amenazante que exclama: “¡Traidores! ¡Vendepatrias! ¡Entreguistas!”. Un muy mal show, demagógico y mentiroso, que trata de imponer burdas certezas, falsas percepciones y tergiversar la verdad de las cosas.
  Saben que no lograrán impedir aquello contra lo que dicen luchar (“la venta de la Patria, ¡oh!”), pero en el fondo es lo que menos les importa. La mira está más allá, en el 2015, en las próximas elecciones, para ver quiénes, entre morenistas y amarillos, logran quedarse con la mayor tajada del botín. Eso es todo. Nada más.
  Es tiempo de traidores, tiempo de canallas (diría Lilian Hellman), sí, sólo que a esos traidores y a esos canallas en realidad habría que buscarlos en otro lado.

(Publicado hoy en mi columna "Cámara húngara" de Milenio Diario).

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