jueves, 5 de diciembre de 2013

Joni Mitchell, blue at seventy

“I learned the truth at seventeen
That love was meant for beauty Queens”.

Janis Ian
“At Seventeen” 

“Mi madre era una mujer romántica. Me educó con lecturas de Shakespeare, mientras a otras niñas les leían la Biblia”, dijo Joni Mitchell al Washington Post en 1969. Este simple hecho marca mucho de lo que es y ha sido esta cantautora (en la mejor acepción de la palabra) que acaba de cumplir setenta años de edad y lo hace ya jubilada de la música (su último disco –literalmente el último– es el magnífico Shine de 2007 y al respecto declaró: “Mi retiro resulta fácil de explicar. La música era como un viento que soplaba dentro de mí y de pronto dejó de soplar. Simplemente se fue”).
  Parte importantísima de la generación de músicos que el rock y el folk dieron al mundo durante la década de los sesenta, la canadiense (nació en Fort Macleod, Alberta, en noviembre de 1943) es mucho más que la sola compositora de la canción “Woodstock” que popularizaran Crosby, Stills, Nash and Young en 1969. En realidad se trata de una creadora en toda la extensión de la palabra, cuya obra musical y poética (y en menor grado también pictórica) ha llenado de belleza, sensibilidad e inteligencia a varias generaciones, desde que escribió sus primeras composiciones hace casi medio siglo (su primer disco, Song to a Seagull, es de 1968).
  Roberta Joan Anderson, adoptó el nombre de Joni Mitchell cuando se casó con el cantante de folk Chuck Mitchell, en 1965, matrimonio que resultó prácticamente efímero pero que le otorgó el apellido que le daría celebridad. En 1951, a los ocho años, había caído víctima de una epidemia de poliomielitis que se dio en Canadá (de la que también fue víctima Neil Young, dos años más joven que Mitchell) y ello la obligó a hacer uso durante toda su vida del llamado pulmón de acero, lo cual no fue obstáculo para que desde muy temprana edad se convirtiera en fumadora y aún así se dedicara al canto (en realidad, de joven ella estaba segura de que sería pintora, pero alguien la persuadió, por fortuna, de que lo suyo era la música).
  Fue en 1962 que Joni hizo su primera presentación en público, en un pequeño café de Saskatoon, Canadá. Tenía diecinueve años y una timidez a flor de piel. Pero al ver que el escaso público de esa noche respondía a su propuesta y gustaba de su voz, se decidió a seguir adelante y convertirse en una intérprete de música folk. Había aprendido a tocar guitarra con el método impreso de Pete Seeger, pero poco a poco fue creando su propio y particularísimo estilo. Así pues, en 1965 optó por trasladarse a Toronto e iniciar allá su carrera profesional (se cuenta que durante el viaje en tren desde Calgary compuso su primera canción, “Day After Day”, una balada inspirada en el ritmo que marcaba el tren sobre las vías, sonido que le gustaba desde niña, cuando pasaba horas asomada a la ventaba de su casa, cercana a la estación ferroviaria de su pueblo natal).
  Casada y divorciada de Chuck Mitchell (quien lo único bueno que le dejó fue, como ya señalé, su apellido), Joni no tardó en elevarse como la espuma, sobre todo a partir de que se presentó en Detroit y Nueva York. Su estilo era muy diferente al de estrellas folkies del momento como Joan Baez o Judy Collins y esto llamó la atención de gente como David Crosby, quien se ofreció a producirle su primer disco, el ya mencionado Song to a Seagull.
  A partir de ahí y a lo largo de los siguientes años y décadas vendrían grandes álbumes como Ladies of the Canyon (1970), Blue (1971), Court and Spark (1974), Mingus (1979), Dog Eat Dog (1985), Night Ride Home (1991), Both Sides Now (2000), Travelogue (2005) y el testamentario Shine, entre otros más (en total fueron veintiún discos en estudio en casi cuarenta años).
  Artista de minorías, Joni Mitchell siempre ofreció un estilo de composición intrincado, de estructuras complicadas que se fueron sofisticando aún más con el tiempo. No es una autora de canciones simples y convencionales. Incluso usaba afinaciones poco ortodoxas en su guitarra y sus acordes eran peculiares y arriesgados. De igual manera, su manera de cantar aprovechaba su voz poderosa para alcanzar momentos inimitables. Tal vez por ello se retiró hace seis años, quizá porque su voz ya no era capaz de darle lo que ella necesitaba.
  ¿Hará lo que otros y de pronto regresará por sorpresa con un nuevo disco? No parece que así sea. Siempre fue una mujer congruente y sabia. Mejor así y que disfrute la vejez con su otra gran pasión: la pintura. Su legado es lo bastante amplio como para que todos lo visitemos y lo disfrutemos. La gran Joni Mitchell.

(Publicado hoy en la sección "El ángel exterminador" de Milenio Diario).

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