A mi modo de ver, el mejor disco de Neil Young, una obra maestra del rock folk, uno de los discos fundamentales de la década de los sesenta (porque el año 1970 aún pertenece a ese decenio) y de la historia del rock.
After the Gold Rush (1970) es un trabajo que conjunta el lado más tierno del canadiense con algunas muestras de su lado más agresivo y salvaje. Se trata de una síntesis perfecta de la música bipolar de Young, un muestrario de sus posibilidades creativas.
Todos y cada uno de los once temas que recorren el larga duración son espléndidas piezas de joyería musical y letrística, desde la conmovedora canción que abre el disco (“Tell Me Why”, con nada más que su guitarra de madera, la voz solista y las dos voces del coro), hasta la concluyente y divertida “Cripple Creek Ferry” (como para cantarla junto a una fogata nocturna en el campo), pasando por la hermosísima tonada que da tema al disco (acompañamiento de piano por Nils Lofgren –a sus diecisiete años escasos- y solo de corno francés incluidos), la encantadora “Only Love Can Break Your Heart”, la dramática (e hipercrítica y antirracista) “Southern Man”, la breve y curiosa “Till the Mornig Comes” (cierre del lado A en el vinil original), la muy campirana y serena “Oh Lonesome Me”, la majestuosa “Don’t Let It Bring You Down” (una de las más grandes composiciones del músico), la dulcísima “Birds” (melancólica canción de rompimiento amoroso), la pre-grungera “When You Dance You Can Really Love” (con su magnífica y sucia guitarra) y la triste y desesperanzadora “I Believe in You”.
Pocas veces logró Neil Young crear melodías tan bellas como en este álbum memorable.
(Reseña que escribí originalmente para el "Especial" No. 35 de La Mosca en la Pared, publicado en noviembre de 2006)
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