miércoles, 17 de febrero de 2016

Cincuenta años de un rapidín

Aun cuando no logra los niveles de explosividad y crudeza de su antecesor, A Quick One (1966), el segundo opus de The Who es un buen trabajo, con temas que con el tiempo alcanzarían el estatus de clásicos.
  Curiosamente, hay aquí composiciones de los cuatro miembros del grupo –una idea quizá no del todo afortunada de sus manejadores en ese tiempo, Kit Lambert y Chris Stamp- y eso lo hace un tanto irregular.
  Lo mejor de A Quick One corre a cargo de un mórbido John Entwistle, con su híper célebre “Boris the Spider” y la estupenda “Whisky Man”, mientras que Pete Townshend contribuye con cuatro temas, destacando la popera “Run Run Run” y la pretenciosa mini ópera (que yo preferiría llamar suite) “A Quick One, While He’s Away” (un rapidín mientras él está lejos). De Roger Daltrey está la intrascendente “See My Way” (en la cual lo más destacado es el arreglo de Entwistle, corno incluido) y Keith Moon presenta una locura instrumental por demás divertida llamada “ Cobwebs and Strange”, cuyo curioso clip aparece en la cinta The Kids Are Alright.
  Este segundo álbum de The Who perdió un poco de la fuerza de My Generation en aras de una mayor búsqueda “artística”, algo muy comprensible en aquel 1966 en el que los Beatles sacaron Revolver e hicieron que todo el mundo quisiera revolucionar la música.

(Reseña que escribí originalmente para el Especial de La Mosca en la Pared No, 18, dedicado a The Who y publicado en marzo de 2004)

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