Hacía ya literalmente años que no nos veíamos, pero al fin logramos concertar un desayuno esta mañana en el Sanborns de la imponente Plaza Cuicuilco (hoy Plaza Inbursa), en Peña Pobre, Tlalpan. Ahí desayunamos Eusebio Ruvalcaba y yo esta mañana y pudimos ponernos al día en muchos aspectos: personales, profesionales, existenciales. Muchas cosas han cambiado en estos tres o cuatro años que teníamos sin vernos, cosas que por supuesto no mencionaré aquí.
Lo importante es que la pasamos muy bien y hasta intercambiamos dedicatorias. Él llevaba un ejemplar de Matar por Ángela que le dediqué con gran gusto (nunca olvidaré lo mucho que le debo a Eusebio para que mi novela fuera publicada originalmente, en 1998) y yo llevaba un ejemplar de su libro de 2008 Una mosca devastada y deprimida sobreviviendo en un hilito de sangre que de hecho está dedicado a mí en una página impresa, la 7 ("Para Hugo García Michel, por su paciencia como amigo y como editor") y ahora agregó una dedicatoria escrita ("Con un fuerte abrazo para mi querido Hugo García Michel, con quien comparto el amor por la belleza. Suyo, Eusebio Ruvalcaba"). Además me obsequió un libro muy hermoso, también de su autoría y editado el año pasado: Pensemos en Beethoven. Con su dedicatoria a pluma, también: "Bajo el relámpago Beethoven, para Hugo García Michel que sabe de relámpagos".
Fue un rato muy afectuoso y enriquecedor.
El gran Eusebio.
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