lunes, 8 de febrero de 2016

La celda de cristal

La había leído hace veinte años, por allá de 1995 o 1996. La tenía en una preciosa edición de la colección "El libro de bolsillo" de Alianza Editorial. Ya vivía aquí cuando se la presté a una amiga (y por más que quiero no logro acordarme a cuál de todas fue), quien jamás me la devolvió. Recordaba la novela como la mejor que he leído hasta ahora de Patricia Highsmith (una autora que me encanta y a quien he leído mucho) y como un libro que me influyó a la hora de escribir Matar por Ángela (de hecho, hay un epígrafe sacado del relato de la Highsmith al principio de mi novela). Mucho tiempo la busqué en librerías y luego en internet y nada. Hasta que hace unos meses me topé con una edición de Anagrama y pude pedirla por Amazon México. La recibí, la leí y hoy, en horas de madrugada, la terminé.
  Aunque recordaba lo principal de la trama, la verdad es que fue como leerla por primera vez. Volvió a atraparme, a envolverme, a fascinarme, a no soltarme. Porque La celda de cristal es una obra mayor, portentosa, un estudio de caracteres fenomenal, un análisis del efecto que pueden llegar a tener los celos sobre cualquier persona, por normal que se considere, cuando éstos la enajenan de tal modo que le hacen perder todo sentido de la realidad, al punto de desear la muerte de otro o de otros y llegar a matarlos.
  La historia de Philip Carter y la manera como es maltratado por la vida, primero por un delito que no cometió y que le costó seis años en la cárcel y luego por la forma como ha cambiado su entorno familiar, matrimonial y laboral una vez que recupera la libertad, está narrada con una maestría admirable, con fría pasión, con precisión quirúrgica y, sobre todo, sin acudir jamás a falsos moralismos o a la pretensión de querer dar lecciones de vida o moralejas innecesarias. El magnífico final abierto es parte de ello.
  Una novela fundamental. A mi modo de ver, una de las grandes obras de la literatura estadounidense.

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