“¡Gol contra el mal gobierno!”, parecían gritar los habitantes de la patria progre, como si la labor de los mencionados peritos no fuese tratar de esclarecer el caso, sino sonarle duro y con fe a la PGR y al gobierno federal.
“Palabra de perito (argentino), palabra de Dios”, parecería ser la consigna de protoprocesosos, filojornaderos y qué tipos tan Sin Embargo, sobre todo en estos tiempos en que otro argentino nos visita. Quizá se confundió la infalibilidad papal del buen Francisco con la supuesta calidad de infalibles de los peritos rioplatenses, quienes, sí, dieron una opinión contraria a la de la Procuraduría, pero no la Verdad Revelada.
Sin embargo (valga la redundancia), el sector seudoizquierdoso inundó las redes de tuits y opiniones en las que daba como irrebatible la conclusión de que los 43 normalistas no fueron cremados en Cocula. “¡Las pruebas son contundentes!”, “¡El gobierno nos mintió!”, “¡Se les cayó su ‘verdad histórica’!”, etcétera, eran las frases de franco festejo histérico, lo que viene a demostrar que en realidad lo que les interesa es el golpeteo continuo contra “El Estado”y no la suerte de los infortunados muchachos, de quienes se ha hecho un jugoso e inmoral botín político.
Si estuviéramos en los tiempos en que José López Portillo era presidente, los peritos argentinos (y de paso los miembros del GIEI) ya se hubieran quedado sin la lana que les paga el mismo gobierno al que cuestionan (remember la frase inmortal de JLP: “Yo no pago para que me peguen”). Pero son otros tiempos y pueden pegar y armar tangos sin temor a perder la buena guita que perciben, ¡che!
Porque, vox peritus argentinus, vox Dei (¡vaya milonga!).
(Publicado hoy en mi columna "Cámara húngara" de Milenio Diario)
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