sábado, 9 de noviembre de 2013

Ibargüengoitia y la CNTE

Para Gustavo García, in memoriam.

“Habría que prohibir la entrada a nuevos aspirantes a habitantes de la ciudad de México o declarar esta condición fuera de la ley. Establecer un campo de concentración en el lago de Texcoco, meter allí a todos los aspirantes y dejarlos que se mueran de sed”.
  ¿Quién propuso semejante cosa? ¿Un integrante del sector más derechoso del PAN? ¿Algún miembro fascistoide de la Coparmex? ¿Un viejo tránsfuga de aquella antigua organización de ultraderecha estudiantil conocida como el MURO (Movimiento Universitario de Renovadora Orientación)? Pues no: el que escribió esas líneas llenas de sarcasmo fue nada menos que Jorge Ibargüengoitia, de cuya muerte este mes se cumplen ya treinta años.
  ¿Qué opinaría hoy el autor de Maten al león y Dos crímenes sobre el descarado cachondeo que se trae desde hace meses la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación, la dichosa CNTE, convertida en el objeto más odiado por la mayoría de los habitantes del Distrito Federal? Sería una delicia leer sus sugerencias para acabar con el problema y creo que los comerciantes, hoteleros y restauranteros aledaños al Monumento a la Revolución (más los empleados de estos) secundarían con gusto el párrafo con que inicié la columna, para aplicarlo a tan singulares profesores.
  Porque hay cosas ridículamente ibargüengoitianas en este problema. Desde la endeble e indecisa actitud de las autoridades capitalinas –mismas que se la pasan declarando que antes que nada quieren proteger “a la ciudadanía”, pero que no se atreven a tocar a los maestros (sic) ni con el pétalo de un empujón–, hasta las evasivas de los líderes de los profes –quienes frente a cada decisión a tomar dicen siempre que primero tienen que consultar a “las bases”, ese término viscoso e inasible que acaba por querer decir absolutamente nada.
  Es un juego de nunca acabar que significa mucho más que dos crímenes contra la ciudad y que no se resolverá mientras la jefatura de gobierno no cumpla con su deber y mate al león de la impunidad. De no ser así, todo quedará en calidad de estas ruinas que ves.

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