Resulta en alto grado paradójico que un grupo prefabricado haya causado una revuelta tan profunda y delirante como la que provocaron los Sex Pistols. Ejemplo perfecto de lo que significa estar en el lugar preciso en el momento preciso, el cuarteto conformado originalmente por Johnny Rotten, Steve Jones, Glen Matlock y Paul Cook irrumpió como la peste en un medio que se pretendía impoluto. Las falsas medidas de higiene moral de la Gran Bretaña de los años setenta fueron salvajemente violadas por aquellos cuatro individuos, quienes bajo la batuta de su manejador, el maquiavélico, cínico y ambicioso Malcolm McLaren, pusieron de cabeza al que hasta entonces había sido un país de apariencia ordenada y flemática. En muy escaso tiempo –y peor aún con la llegada del inenarrable Sid Vicious en reemplazo de Matlock-, los Pistols lograron lo que ninguna epidemia o calamidad había producido antes en la orgullosa y conservadora Inglaterra: burlarse de la reina, poner en jaque a la realeza y cimbrar hasta sus cimientos a una sociedad asustadiza e hipócrita. Nihilista hasta los últimos extremos, el grupo es como el epítome del movimiento punk. En su música y su actitud se resume lo mejor y lo peor (que en el caso del punk hay que hablar más de lo peor) de ese movimiento que predicaba la anarquía y el odio al autoritarismo y a las convenciones todas. Contra lo que se suele pensar, en muchos casos sin haberlos escuchado con atención, The Sex Pistols hicieron muy buena música, cuando menos en las consolas de grabación (Bob Geldof, de The Boomtown Rats, dijo alguna vez que eran excelentes en estudio y pésimos en concierto). Su único disco digamos oficial, el magnífico Never Mind the Bollocks, Here’s The Sex Pistols, es un ejercicio de estupendo rock and roll, con temas hoy clásicos como “Anarchy in the UK”, “God Save the Queen”, “Problems” y “Pretty Vacant”. La rabia de su música, el furioso sarcasmo de sus letras y el caótico accionar de su conducta pública convirtieron a este cuarteto en una leyenda que permanece vigente como claro ejemplo de lo que se debe hacer… y lo que no se debe hacer. Dios salve a los Sex Pistols.
(Prólogo que escribí para Especiales de la Mosca No. 14, septiembre de 2004).
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