Dormí largo y tendido, para recuperar la mala noche en Torreón. La cama aquí está deliciosa. Como se me pasó la hora del desayuno (tiene que ser antes de las diez), fui al Starbucks por un café capuchino y un pan dulce. A las cuatro fue la segunda sesión del curso, ahora con sólo cuatro personas... Ni hablar. Pero estuvo bien. Vimos las décadas de los setenta y los ochenta. Me regresó Alonso al hotel y en realidad no hay mucho más que contar, salvo que mi cuarto, confirmo, está muy a gusto y que la recepcionista del hotel es muy amable y está muy linda.
Por cierto, no he visto a ninguno de mis conocidos en Saltillo. De Sylvia y Prometeo (cada quien por su lado) ni sus luces. Lástima.
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