Noche de insomnio y pocas horas de sueño. Tuve que levantarme temprano de todos modos, ya que la sesión del curso era hoy a las diez de la mañana. Desayuné cualquier cosa y pasó por mí Alonso. Sólo asistieron tres alumnos y vimos los años noventa y lo que va del rock en México en este siglo. Final del curso. Por ahí estuvo Genaro, de la Secretaría de Cultura, a quien hasta ahora no había visto. Regreso al hotel para comer (una crema de poblano y un pollo a la vinagreta exquisitos, en el Pour la France) y luego de nuevo al centro de Saltillo que estaba atestado de gente y hasta congestionadas sus calles (algo al parecer insólito, según me contó Alonso), debido a que más tarde iban a inaugurar el árbol navideño en la Plaza de Armas (justo frente a donde queda la Secretaría de Cultura). Pero llegamos a tiempo para la presentación de la Mosca. Como era de prever, si en condiciones normales la gente no estuvo asistiendo, con el desmadre del centro, menos. Con todo, hubo ¡seis! asistentes. Mucho menos que en Torreón, pero con la misma emotividad. Al final nos tomamos fotos y todo fue amable y grato.
Salimos y nos quedamos a ver la famosa inauguración del enorme pino artificial, por parte del gobernador del estado de Coahuila (Rubén Moreira). Me sentí como en una escena de aquella película Las fuerzas vivas de Luis Alcoriza (1975). Muy chistosa la cultura priista del culto a la personalidad, mucho más notoria en los estados (el maestro de ceremonias del acto se desgañitaba en sus loas y agradecimientos "al Señor Gobernador y a su Señora Esposa"). Simpático.
Pude regresar al hotel sin muchas dificultades y llegué temprano. Volví a pedir cena al cuarto y pasé a la sala de negocios del hotel (o sea, donde se encuentran las compus con internet). Saludé a la bella recepcionista saltillense (Verónica López, dice su gafete). Fue el último día en la ciudad. Mañana emprenderé el regreso a mi amado DF.
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