No resulta del todo habitual que una cantautora de escasos veintisiete años escriba canciones con tan siniestros títulos como “Funeral for My Future Children” o “Epitaph of Daniel”. Tampoco es habitual que en lugar de acompañarse con una guitarra, un piano o incluso un ukulele, la cantautora en cuestión se acompañe con un imponente órgano de iglesia como instrumento principal.
Estoy hablando de una compositora e intérprete tan excepcional como singular, nacida en Gotemburgo, Suecia, en 1986, y quien responde al nombre de Anna von Hausswolff. Hija del artista de vanguardia Carl Michael von Huasswolff y con un disco anterior intitulado Singing from the Grave (2010), Anna acaba de poner en circulación su segundo opus, Ceremony, un trabajo sorprendente y de una belleza tan oscura como atrapante y seductora.
Con una voz espléndida que lo mismo puede recordar a Diamanda Galas que a Kate Bush y con una música que lo mismo abreva del metal gótico que del folclor europeo y el rock progresivo, Von Hausswolff captura al escucha desde la primera pieza del álbum (“Epitaph of Theodor”), un corte instrumental que estremece en su solemnidad de catedral gótica. Pero el resto de las trece (¿qué otro número podía ser?) composiciones resulta igualmente impactante. Es como si Luzbel y no Lucifer hubiese escrito temas como “Liturgy of Light”, “Mountains Crave”, “Ocean” o “Harmónica”. El origen parecería ser igualmente diabólico en su irresistible y misteriosa lascivia, pero el golpe de belleza musical y letrística (una poética en la que el tema de la muerte aparece constantemente) es tal que tenemos que absolver cualquier tentación de condena.
Los arreglos instrumentales son otro punto a resaltar. Si bien el órgano es el elemento dominante en casi todas las piezas, las guitarras, el piano y sobre todo las percusiones juegan un papel de apoyo fundamental. Pero es la bellísima y épica voz de Anna von Hausswolff lo que mayormente impacta. Una voz que parece surgida de una historia de Poe o de Mary Shelley
Ceremony es un gran disco. Un hallazgo apabullante.
(Publicado hoy en mi columna "Gajes del orificio" de la sección ¡hey! de Milenio Diario).
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