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Bosques de Tetlameya. |
Si Rosa, la madre de mis hijos, y yo no nos hubiéramos divorciado en 1992, hoy hubiéramos cumplido treinta y nueve años de relación. Uf, cómo pasa el tiempo desde aquella tarde de 1974 en que me le "declaré" en una calle de Bosques de Tetlameya (una colonia que a mediados de los noventa iba a volver a cobrar mucha relevancia para mí y por motivos más o menos parecidos). Lo bueno es que después de mil avatares y circunstancias de todo tipo (más dos hijos maravillosos), hoy Rosa y yo nos llevamos muy bien y somos buenos amigos. Obvio que el cariño permanece. Treinta y nueve años ya.
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